09 enero 2014

Recuerdos con aromas "Dulcera Dominicana Bolonotto" en Villa Consuelo

Escrito por el historiador y coleccionista de la música caribeña, Cristóbal Díaz Ayala, publicado en DiarioLibre.com con el tema "Chocolateando con los Lectores", me encontre con estas palabras de esta gran persona y sus recuerdos de antaños.

Camino hacia el Bravo de la Churchill, al cruzar por la nueva heladería que atrae a grandes y chicos, provista de haraganas que hacen las delicias de los habitué que se solazan en la amplia calzada, al verme pasar se dispara de su poltrona muelle un rostro que apenas reconozco para decirme que había omitido y recordó aquellos tiempos las tabletas de chocolate Familiar y Dulcera que elaboraba su familia. Es Felix Bolonotto, primo de mi amigo Ignazio e hijo de Constantino, quien en 1947 se sumó a su hermano Pietro -ya establecido en el país desde 1930, al igual como lo hicieron sus hermanos Ignazio y Mario, Tulio Sartori y Luigi Martina Ferrero, luego fundador de PANCA-, alrededor de una de las industrias más apetitosas que olfato infantil pueda apreciar, una experiencia que en mi caso se inició al despuntar la década del 50. Era Dulcera Dominicana de Bolonotto Hermanos, la fábrica de chocolate que nos anestesiaba al pasar por su enorme emplazamiento en el cuadrante comprendido por las calles Ciudad de Miami (hoy Tejada Florentino), La Guardia, Barahona, Francisco Henríquez y Carvajal, sita en Villa Consuelo en la proximidad de La Voz Dominicana.

De allí salían esos olores pastosos, amables, seductores, evidentemente achocolatados, que nos envolvían en alucinaciones y nos ponían a volar -algo que sucedía cuando nos aproximábamos a Boca Chica en tiempos de molienda y desde los tachos de la factoría se escapaban los vapores meladores que nos inundaban los pulmones, señal de que la playa estaba cerca y nos esperaba un buen jalao fresco al final de la jornada. Uno de los recorridos de la guagua de La Salle que me tocó en mis años en ese colegio, pasaba por la Barahona, bordeando la Dulcera. Por las ventanas abiertas se colaba el aroma del cacao y yo casi le decía a Trigo que redujera la velocidad, para prolongar la inhalación de la golosina vaporosa.

En el triángulo que forman las calles Charles Piet y Ciudad de Miami, frente a la Dulcera, en ocasiones se instalaba un carrusel o "caballitos" como solíamos llamarle al tiovivo, que visité por vez primera en 1951, llevado por los tíos Arístides Álvarez Sánchez y Llullú Pichardo, a la edad de cuatro años y todavía recuerdo el episodio como si fuera hoy. Una de las metas de muchacho, era penetrar a esa estructura pintada de amarillo maíz con marrón ladrillo en el zócalo o friso, para comprar en el despacho las bolsitas surtidas de chocolatines redondos y ovalados envueltos en papel metálico de colores, rojo, azul, verde, morado. Junto a las mentas y los caramelos de miel, estos últimos mis preferidos. Bombones rellenos de sherry, galleticas María Victoria, bolas de chicle (Bola de fuego), paletas y otras exquisiteces que salían de nuestra mágica Factoría de Chocolate. Como aquella historia del excéntrico Willy Wonka, que llevada al cine en los 70 disfruté con mis hijos, interpretada por el simpático Gene Wilder y ahora gozo con mis nietos en versión más cruel de Tim Burton, actuada por el loquísimo Johnny Depp.

En adición a las tabletas para preparar el chocolate caliente, ya mencionadas, entre las marcas que la empresa colocó en el mercado, se hallaba la cocoa en lata Vitalidad, chocolatines Dulcera, barritas de chocolate Cri Cri con arroz crocante y Carnaval rellenas de galleta, así como chocolates finos Helder y Dany. El inventario de Dulcera Dominicana incluía la galletas Familiar, Crema, María Victoria, Merendina Vitalidad recubierta de chocolate, y Zoológico, con figuritas de animales. Las mentas y caramelos Ecla, Marvel, Dulcera, Torino, y Mary, estas últimas preñadas de guayaba, piña y naranja. Gomas de mascar Súper Gum Bomba y Bola de Fuego. Gomita Gema. Surtido Regal y la cubeta Surtido de Navidad.
Cristobal Diaz Ayala

La familia Bolonotto al igual que otras tantas son de origen Italiano y llegaron de forma espontánea a finales de los siglos 19 y principio del siglo 20, dedicándose a la industria azucarera (Vicini, Giraldi); a la agroindustria (Bonetti y Bolonotto); a la relojería (Di Carlo, Capriles); a los restaurantes (Bonarelli, D’ Agostino). En el país existen cerca de cien apellidos italianos.


Fuente: DiarioLibre.com
herencialatina.com
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