La historia militar dominicana, en sus grandes episodios, está llena de nombres de figuras de origen popular, la mayoría rurales, que poco se conocen. Muchos de esos nombres honran pueblos, avenidas y calles en toda la geografía nacional: Vicente Noble, Elías Piña, Olegario Tenares, Eusebio Manzueta y José Cabrera, entre los más conocidos, constituyen una parte reducida de esos titanes que se distinguieron en las tres guerras que ha tenido que librar el pueblo dominicano para mantener su soberanía y su identidad nacional: La de Independencia contra Haití, la de La Restauración contra España y la Guerra de los Seis Años, desde 1868 hasta 1874, contra el proyecto de anexión a los Estados Unidos de Buenaventura Báez, financiado y apoyado por el gobierno del presidente Ulises Grant. Héroe de esas tres guerras fue Marcos Evangelista Adón, hombre del pueblo, patriota y republicano de modesto origen rural.
Marcos Adón, según algunos, nació cerca de El Seybo hacia el año 1800 y vino a establecerse en los alrededores de la ciudad de Santo Domingo después del 27 de febrero de 1844. Al parecer fue parte del contingente de seybanos que acompañaron a Pedro Santana a la Capital, en los días siguientes a la proclamación de la Independencia. En las filas del Ejército participó en las batallas libradas en la región sur contra las tropas haitianas. Al terminar la guerra en 1856 ostentaba el rango de coronel y aparece más tarde, en las listas confeccionadas por las autoridades españolas de La Anexión, con el rango de General de las Reservas. Cuando Santana proclamó la reincorporación a la monarquía tenía 61 años de edad. En los expedientes de los dominicanos que ostentaban rangos militares, los españoles lo calificaban como hombre de “mucha influencia con la gente turbulenta”, lo que equivale a decir con los criollos que no aceptaron de buen grado la traición consumada en marzo de 1861.
Al igual que Eusebio Manzueta, Marcos Adón era de los amigos y subalternos de Pedro Santana, que no se opusieron abiertamente a la decisión del futuro Marqués de Las Carreras, pero observaron, a partir de consumado el hecho, una actitud lejana de no complacencia, frente a las autoridades civiles y militares que España designó en el país. Eso explica los informes de los espías y delatores al servicio de los extranjeros, que advertían de la conducta y comportamiento de esos hombres que tenían larga experiencia militar. Y los españoles no estaban lejos de la realidad, pues Marcos Adón fue de los primeros en la región Este del país, en apoyar el movimiento iniciado en el Cerro de Capotillo el 16 de agosto de 1863, cuando comenzó la etapa definitiva de la Guerra Restauradora. Encabezó el 2 de octubre de ese año, en Hato Mayor, la sublevación contra España.
Fracasado el movimiento insurreccional de esa región, Adón fue apresado y remitido el 16 de octubre a la ciudad capital. En noviembre fue enviado preso a Cuba y trasladado, en la misma calidad, a España desde donde escapó regresando a Santo Domingo, para incorporarse a las filas de los patriotas que luchaban contra las tropas españolas. Unido a Eusebio Manzueta, Jefe de Operaciones en la región Este, se estableció en las cercanías de lo que hoy es Villa Mella al frente de un contingente guerrillero volante, que impedía el paso de las tropas españolas y el cruce de pequeños barcos de vapor por los ríos Ozama y Yabacao, que aprovisionaban el ejército acantonado en el campamento de Guanuma. Las guerrillas de Adón no se dejaban ver del enemigo y de noche asaltaban los convoyes de provisiones creando serios problemas a las fuerzas adversarias como lo reconocen los jefes militares González Tablas y La Gándara y Navarro, en obras que reseñan ese episodio.
Como resultado de un asalto exitoso a un gran convoy de provisiones de los españoles que ocasionó además numerosas bajas, muertos y heridos, decidió Marcos Adón fundar una pequeña villa cerca del lugar de su campamento a la que puso por nombre “Victoria del Ozama”. Ese pequeño poblado hoy se conoce con el nombre de “La Victoria”, y está situado kilómetros más allá de Villa Mella. Para esa fecha, marzo o abril de 1864, tenía el jefe guerrillero 64 años de edad, lo que significa que había entrado en la ancianidad aunque físicamente fiera un hombre fuerte, ágil y audaz como se le describe, capaz de dirigir personalmente un contingente guerrillero en una región de gran extensión, ya que sus actividades llegaban hasta las estribaciones de la Cordillera Central cerrando el paso a las intenciones de los españoles de penetrar en el valle del Cibao.
La actividad de Marcos Adón, jefe de la vanguardia guerrillera que formaba parte de las tropas de la región, que comandaba Eusebio Manzueta, causó graves daños a los contingentes enemigos, presentándose en ese frente militar una situación digna de tomarse en cuenta. Al servicio de España, como soldados de vanguardia, tropas y jefes, había dominicanos de reconocido valor probados en los campos de batalla. Por lo menos dos de ellos operaron en la llamada Línea del Este, que era como se conocía esa parte de la República. Uno fue Juan Contreras, respetado como combatiente, nombrado por los españoles Jefe de Operaciones de Monte Plata. El otro, Juan Suero, llamado el Cid Negro, comandaba también tropas en esa región. Contreras fue derrotado en el combate de “Bermejo” por los patriotas bajo el mando de Gregorio Luperón, enfrentamiento cruento y largo en el que Contreras perdió la vida.0
Fue una pérdida sensible para el enemigo, pero militar y políticamente más costosa porque Luperón, en rápido movimiento, ocupó a Monte Plata, Boyá y Bayaguana haciendo más limitado el campo de operaciones de las tropas adversarias. Poco tiempo después, coincidencialmente el 19 de marzo de 1864, veinte años después de haberse librado la batalla de Azua, Luperón derrotó al Cid Negro, Juan Suero, en el combate de “El Paso del Muerto” a orillas del Río Yabacao, acción más costosa para España porque en el combate perdió la vida Suero y otros militares dominicanos que servían bajo sus banderas. En ambos enfrentamientos Marcos Adón estuvo presente, jugando un papel estelar con sus guerrillas a las cuales se había incorporado un ciudadano alemán de apellido Brigman, supuestamente naturalizado aunque no existe constancia de eso, que junto a Olegario Tenares y otros patriotas resultó gravemente herido.
La ofensiva permanente y tenaz de los patriotas terminó liquidando las posibilidades de un armisticio ventajoso para España como quería el General La Gándara y Navarro, gobernador y Capitán General de la Provincia de Santo Domingo.
Adón, al frente de sus guerrillas, fue acercándose a los alrededores de la Capital. Ordenada la desocupación4 del territorio nacional por el gobierno español, en las primeras horas de la mañana del 11 de julio de 1864, como jefe de la vanguardia de las tropas patriotas de la Línea del Este, descalzas, semidesnudas, hambrientas, cargadas de gloria, entró a la ciudad de Santo Domingo Marcos Adón, General de Brigada de los Ejércitos de la República. La escasa población, no más de 7 mil habitantes, se lanzó a las deterioradas calles a aplaudirlas y aclamarlas. Culminaba en ese momento un episodio singular de la historia de América y la Gran Epopeya del pueblo dominicano.
Adón continuó siendo un soldado de la patria. Fue Comandante de Armas de Santo Domingo y en el gobierno de José María Cabral, Ministro de la Guerra. Cuando se operó el retorno de Báez a la presidencia de la República, en 1868, se fue al exilio a juntarse con Luperón, Cabral y Pimentel para combatir con ellos el Proyecto de Anexión a los Estados Unidos. Tenía entonces 68 años. Su edad no le impidió ser el jefe de la vanguardia expedicionaria, que entró por el sur al territorio nacional para enfrentar al gobierno baecista apoyado por los Estados Unidos. Hombre de convicciones republicanas fue siempre el primero en enfrentar el peligro. En esa época, residiendo en Haití, hicieron un retrato que ha servido como ilustración a diferentes publicaciones. Alto, de piel oscura, mirada serena y firme, sombrero de alas anchas, fusil terciado, sable gallito al cinto, botas altas a media pierna, galones y capa; es un auténtico hombre criollo, típico guerrillero dominicano, acaso con setenta años de edad, al cual el tiempo, no obstante su sacrificada existencia, parece no haberle hecho efecto.
Murió Marcos Adón, exiliado, pobre y solo, en Jacmel, Haití, en 1872, cuando se libraba la última etapa de la Guerra de los Seis Años. Al igual que otros próceres y héroes de nuestro país no dejó fortuna, ni fincas, o bienes propios o tomados del patrimonio del Estado. Honró el uniforme militar y su ejemplo honra también, y dignifica, la historia del pueblo dominicano.
Marcos Adón, según algunos, nació cerca de El Seybo hacia el año 1800 y vino a establecerse en los alrededores de la ciudad de Santo Domingo después del 27 de febrero de 1844. Al parecer fue parte del contingente de seybanos que acompañaron a Pedro Santana a la Capital, en los días siguientes a la proclamación de la Independencia. En las filas del Ejército participó en las batallas libradas en la región sur contra las tropas haitianas. Al terminar la guerra en 1856 ostentaba el rango de coronel y aparece más tarde, en las listas confeccionadas por las autoridades españolas de La Anexión, con el rango de General de las Reservas. Cuando Santana proclamó la reincorporación a la monarquía tenía 61 años de edad. En los expedientes de los dominicanos que ostentaban rangos militares, los españoles lo calificaban como hombre de “mucha influencia con la gente turbulenta”, lo que equivale a decir con los criollos que no aceptaron de buen grado la traición consumada en marzo de 1861.
Al igual que Eusebio Manzueta, Marcos Adón era de los amigos y subalternos de Pedro Santana, que no se opusieron abiertamente a la decisión del futuro Marqués de Las Carreras, pero observaron, a partir de consumado el hecho, una actitud lejana de no complacencia, frente a las autoridades civiles y militares que España designó en el país. Eso explica los informes de los espías y delatores al servicio de los extranjeros, que advertían de la conducta y comportamiento de esos hombres que tenían larga experiencia militar. Y los españoles no estaban lejos de la realidad, pues Marcos Adón fue de los primeros en la región Este del país, en apoyar el movimiento iniciado en el Cerro de Capotillo el 16 de agosto de 1863, cuando comenzó la etapa definitiva de la Guerra Restauradora. Encabezó el 2 de octubre de ese año, en Hato Mayor, la sublevación contra España.
Fracasado el movimiento insurreccional de esa región, Adón fue apresado y remitido el 16 de octubre a la ciudad capital. En noviembre fue enviado preso a Cuba y trasladado, en la misma calidad, a España desde donde escapó regresando a Santo Domingo, para incorporarse a las filas de los patriotas que luchaban contra las tropas españolas. Unido a Eusebio Manzueta, Jefe de Operaciones en la región Este, se estableció en las cercanías de lo que hoy es Villa Mella al frente de un contingente guerrillero volante, que impedía el paso de las tropas españolas y el cruce de pequeños barcos de vapor por los ríos Ozama y Yabacao, que aprovisionaban el ejército acantonado en el campamento de Guanuma. Las guerrillas de Adón no se dejaban ver del enemigo y de noche asaltaban los convoyes de provisiones creando serios problemas a las fuerzas adversarias como lo reconocen los jefes militares González Tablas y La Gándara y Navarro, en obras que reseñan ese episodio.
Como resultado de un asalto exitoso a un gran convoy de provisiones de los españoles que ocasionó además numerosas bajas, muertos y heridos, decidió Marcos Adón fundar una pequeña villa cerca del lugar de su campamento a la que puso por nombre “Victoria del Ozama”. Ese pequeño poblado hoy se conoce con el nombre de “La Victoria”, y está situado kilómetros más allá de Villa Mella. Para esa fecha, marzo o abril de 1864, tenía el jefe guerrillero 64 años de edad, lo que significa que había entrado en la ancianidad aunque físicamente fiera un hombre fuerte, ágil y audaz como se le describe, capaz de dirigir personalmente un contingente guerrillero en una región de gran extensión, ya que sus actividades llegaban hasta las estribaciones de la Cordillera Central cerrando el paso a las intenciones de los españoles de penetrar en el valle del Cibao.
La actividad de Marcos Adón, jefe de la vanguardia guerrillera que formaba parte de las tropas de la región, que comandaba Eusebio Manzueta, causó graves daños a los contingentes enemigos, presentándose en ese frente militar una situación digna de tomarse en cuenta. Al servicio de España, como soldados de vanguardia, tropas y jefes, había dominicanos de reconocido valor probados en los campos de batalla. Por lo menos dos de ellos operaron en la llamada Línea del Este, que era como se conocía esa parte de la República. Uno fue Juan Contreras, respetado como combatiente, nombrado por los españoles Jefe de Operaciones de Monte Plata. El otro, Juan Suero, llamado el Cid Negro, comandaba también tropas en esa región. Contreras fue derrotado en el combate de “Bermejo” por los patriotas bajo el mando de Gregorio Luperón, enfrentamiento cruento y largo en el que Contreras perdió la vida.0
Fue una pérdida sensible para el enemigo, pero militar y políticamente más costosa porque Luperón, en rápido movimiento, ocupó a Monte Plata, Boyá y Bayaguana haciendo más limitado el campo de operaciones de las tropas adversarias. Poco tiempo después, coincidencialmente el 19 de marzo de 1864, veinte años después de haberse librado la batalla de Azua, Luperón derrotó al Cid Negro, Juan Suero, en el combate de “El Paso del Muerto” a orillas del Río Yabacao, acción más costosa para España porque en el combate perdió la vida Suero y otros militares dominicanos que servían bajo sus banderas. En ambos enfrentamientos Marcos Adón estuvo presente, jugando un papel estelar con sus guerrillas a las cuales se había incorporado un ciudadano alemán de apellido Brigman, supuestamente naturalizado aunque no existe constancia de eso, que junto a Olegario Tenares y otros patriotas resultó gravemente herido.
La ofensiva permanente y tenaz de los patriotas terminó liquidando las posibilidades de un armisticio ventajoso para España como quería el General La Gándara y Navarro, gobernador y Capitán General de la Provincia de Santo Domingo.
Adón, al frente de sus guerrillas, fue acercándose a los alrededores de la Capital. Ordenada la desocupación4 del territorio nacional por el gobierno español, en las primeras horas de la mañana del 11 de julio de 1864, como jefe de la vanguardia de las tropas patriotas de la Línea del Este, descalzas, semidesnudas, hambrientas, cargadas de gloria, entró a la ciudad de Santo Domingo Marcos Adón, General de Brigada de los Ejércitos de la República. La escasa población, no más de 7 mil habitantes, se lanzó a las deterioradas calles a aplaudirlas y aclamarlas. Culminaba en ese momento un episodio singular de la historia de América y la Gran Epopeya del pueblo dominicano.
Adón continuó siendo un soldado de la patria. Fue Comandante de Armas de Santo Domingo y en el gobierno de José María Cabral, Ministro de la Guerra. Cuando se operó el retorno de Báez a la presidencia de la República, en 1868, se fue al exilio a juntarse con Luperón, Cabral y Pimentel para combatir con ellos el Proyecto de Anexión a los Estados Unidos. Tenía entonces 68 años. Su edad no le impidió ser el jefe de la vanguardia expedicionaria, que entró por el sur al territorio nacional para enfrentar al gobierno baecista apoyado por los Estados Unidos. Hombre de convicciones republicanas fue siempre el primero en enfrentar el peligro. En esa época, residiendo en Haití, hicieron un retrato que ha servido como ilustración a diferentes publicaciones. Alto, de piel oscura, mirada serena y firme, sombrero de alas anchas, fusil terciado, sable gallito al cinto, botas altas a media pierna, galones y capa; es un auténtico hombre criollo, típico guerrillero dominicano, acaso con setenta años de edad, al cual el tiempo, no obstante su sacrificada existencia, parece no haberle hecho efecto.
Murió Marcos Adón, exiliado, pobre y solo, en Jacmel, Haití, en 1872, cuando se libraba la última etapa de la Guerra de los Seis Años. Al igual que otros próceres y héroes de nuestro país no dejó fortuna, ni fincas, o bienes propios o tomados del patrimonio del Estado. Honró el uniforme militar y su ejemplo honra también, y dignifica, la historia del pueblo dominicano.
Fuente: Quisqueyavirtual.edu.do