Vendedores indican que prohibir pacas afectará a los más pobres
“Yo tengo ocho hijos; comprando y vendiendo pacas es que los estoy ayudando”, dice Cecilia Santos, de 69 años, quien vende sábanas y cojines en el barrio de Villa María
“Yo tengo ocho hijos; comprando y vendiendo pacas es que los estoy ayudando”, dice Cecilia Santos, de 69 años, quien vende sábanas y cojines en el barrio de Villa María
“¡Si quitan esto, yo hasta me tiro del puente!”, exclama vendedora de ropa usada Cecilia Santos.
Como ella, cientos de comerciantes y buhoneros instalados en el Distrito Nacional, se resisten enérgicamente a que se prohíba la entrada de ropa de segunda mano al país.
En todo el país suman miles los comerciantes que viven del negocio de la ropa y los zapatos usados. Para ellos, la medida destruiría pequeños negocios con los que han buscado el sustento económico a sus familias en los últimos años.
Hace 11 años que se dedica a este oficio, y afirma que con este negocio ha podido ayudar a su hija mayor a ir a la universidad.
María, de 37 años, es dueña de un puesto de ropa usada en la Avenida París, en el que también emplea a cinco personas más.
“Si nos prohíben la paca... ¿de que vivimos los pobres? Los ricos van a vivir porque tienen tiendas. Pero nosotros vamos a echar para atrás”, señala María.
Cinco personas trabajan en ese puesto. Ella particularmente, mantiene su familia de las ventas que genera una gran mesa debajo del elevado de la Avenida 27 de Febrero. Tiene cinco hijos de 18, 14 y 6 años.
La comerciante Josefina Suárez, que maneja una tienda de ropa de pacas, dice que hay familias completas que subsisten por este tipo de negocio, al que han recurrido para poder hacer frente a la crisis económica actual.
Entiende que debido a que una parte de los empresarios quieren todo el pastel de las ventas, no se puede detener el comercio de ropa de segunda mano. “Esto es para todos, estamos tratando de salir adelante con este país”, dice Josefina con indignación.
Fuente: Acento