ORIANI, Haití. Las zanahorias y las papas que cultiva Carole Joseph están secas. Ya no le quedan pollos a la familia. La mujer vendió primero sus pocas herramientas y luego la cama de madera donde dormían ella y sus hijos para comprar comida. La familia ahora duerme en el piso de su casucha. Lo único que le queda son las cacerolas que usa para cocinar sobre fogatas… cuando hay algo para comer.
Esta mujer de 28 años, con cuatro hijos, es parte de las 1,5 millones de personas que no comen bien por una sequía de años que arruina las cosechas de su pequeño poblado de la montaña y de otras regiones del país. “Comemos y bebemos algo todos los días, pero nunca lo suficiente como para recuperar las fuerzas. Ya no sé qué hacer”, expresó Joseph con voz ronca mientras acunaba a sus mellizos, cuyos cabellos quebradizos y amarillentos son signo de malnutrición.
En los últimos tres años ha habido una feroz sequía que ha agravado la miseria de numerosos haitianos que ya vivían en la pobreza absoluta. Las cosechas del año pasado fueron las peores en 35 años, en un país en el que más de dos tercios de su población viven de la agricultura, y que a menudo usa herramientas arcaicas.
Muchos haitianos se van a dormir hambrientos y están acostumbrados a las privaciones y a los desastres naturales. Pero el impacto de esta sequía ha sido tan severo que el país enfrenta una “inseguridad alimenticia sin precedentes”, según la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios.La sequía se intensificó el último año por El Niño, un fenómeno que ha estado.