Tradicionalmente el padre representa la figura fuerte y ruda; el proveedor. El padre tenía poca o, en muchos casos, ninguna participación en la crianza de los hijos; esta tarea era exclusiva de las madres.
Hoy esto ha cambiado. Los padres se interesan más en participar en la crianza de los hijos, buscan entender sus necesidades y así, poder contribuir a su sano desarrollo.
Cada día que pasa pienso que las cosas referentes a la crianza están evolucionando y con esto los padres deben evolucionar de una forma personal, tener un cambio interno.
Debido a los cambios sociales y culturales es importante que los padres inculquemos los valores con el ejemplo ya que como dice el dicho “la verdadera educación viene de casa” y muchas veces es donde menos hay educación, por motivos que van desde el trabajo hasta el desapego.
Siempre he pensado que los hombres que fuimos criados en un ambiente de poco o nulo acercamiento con nuestro padre, con una figura paterna distante que únicamente se dedicaba a mantener económicamente a la familia y a ser quien “ponía disciplina”, debemos cambiar y tener más contacto con nuestros hijos para, de esta manera, mantener una relación familiar equilibrada y feliz.
El padre debe poner de su parte para participar en la educación emocional y cultural de nuestros hijos y así poder fomentar la paternidad responsable; pues si nuestros hijos aprenden con nuestros actos, haremos que ellos cuando tengan oportunidad de convertirse en padres ya lleven la formación de ser unos padres responsables y participativos.
Como padre debo entrar en el rol de la educación y formación de mi hijo o hijos, teniendo constante comunicación con la mamá y llegando a acuerdos para que ambos tengamos los mismos objetivos.
Pero hay que entender que para que esto funcione el padre debe tener la disposición de integrarse, y que debe comprometerse a darle seguimiento y no tirar la toalla dejando la formación a mitad del camino causando confusión en los hijos.