08 noviembre 2014

Cuando te rascas ya no puedes parar ¿Por qué?

Todo hemos experimentado alguna vez la imperiosa necesidad de rascarnos. De hecho, es la mejor alternativa para aliviar la picazón. Hasta ahora no se sabía por qué rascarse produce alivio, ni tampoco por qué resulta tan difícil dejar de hacerlo una vez que hemos comenzado.
Intentas no hacerlo demasiado fuerte, pero a medida que lo haces parece que el picor aumenta en intensidad, con una sensación entre dolorosa y placentera. El rascado lleva a más picor y, claro, como te pica más, te rascas más fuerte. Resultado: sin darte cuenta has terminado arrancando un trozo de piel y el grano está sangrando.

Este pequeño drama cotidiano, aparentemente trivial, ha sido uno de los grandes misterios del sistema nervioso hasta hace unos días. Digo "ha sido" porque el equipo de Zhou-Feng Chen, del Centro de Estudios del Picor de la Universidad de Washington acaba de descubrir la respuesta de este círculo vicioso de picor, dolor y placer. Su trabajo, publicado en la prestigiosa revista Neuron, es el fruto de varios años de investigación con ratones y la respuesta está en la forma en que nuestro cerebro activa determinadas señales químicas cuando se produce el picor.

"El problema está en que cuando el cerebro recibe las señales de dolor, responde produciendo un neurotransmisor, la serotonina, para controlar ese dolor", asegura Chen. El proceso de forma simplificada, funciona así: cuando te rascas produces una pequeña sensación de dolor, ese dolor manda una señal a la espina dorsal y al cerebro, que segrega serotonina para calmarlo y la serotonina, curiosamente, provoca más picor. Y ya está el círculo de dolor-alivio activado.

Aunque ya se conocía el papel de la serotonina en el dolor, es la primera vez que se descubre su papel en un proceso como el picor, que a algunas personas les hace la vida imposible. ¿Cómo han llegado a estas conclusiones sobre el proceso? Mediante una serie de experimentos muy audaces. Primero modificaron genéticamente a una cepa de ratones para que no pudieran producir serotonina con normalidad. Después les inyectaron una sustancia que les provoca picor y vieron que no se rascaban tanto como sus compañeros normales. A continuación les inyectaban serotonina y en ese momento los ratones que antes no se rascaba pasaban a comportarse como todos los demás y a activar el círculo rascado-picor.

El asunto de fondo es cómo se puede aplicar este conocimiento para mejorar la vida de las personas. Aquí es donde viene el principal problema, que es que no se puede desactivar un neurotransmisor tan importante como la serotonina de las personas igual que se ha hecho en ratones. ¿Por qué? Porque la serotonina regula procesos como el crecimiento, el metabolismo óseo o el estado de ánimo. Y sobre todo dejaría a la gente sin una manera natural de regular el dolor.

Por eso el equipo de la doctora Chen siguió investigando las neuronas que transmiten la señal del picor al sistema nervioso, llamadas GRPR, y han aislado el receptor que las activa. Este receptor, llamado 5HT1A, es la base de todo el proceso que va desde la piel hasta la espina dorsal y de ahí a todo el cerebro y si se bloquea en alguno de estos puntos se podría anular la sensación de picor sin necesidad de tocar los niveles de serotonina.

En las pruebas con ratones, el equipo de Chen ya ha visto que aquellos animales en los que se bloquea el 5HT1A se rascan mucho menos, de modo que se abren las puertas a posibles tratamientos para esta molesta sensación, convertidos en algunos casos en un problema de salud.

Referencia: Descending Control of Itch Transmission by the Serotonergic System via 5-HT1A-Facilitated GRP-GRPR Signaling (Neuron)