14 julio 2012

Hasta dónde deben meterse los abuelos

¿Es su abuela o su mamá?

Tengo una amiga que está preocupada porque tuvo a su primer hijo y siente que la suegra y la madre lo están acaparando. No creo que se deba a un problema de falta de carácter, porque siempre la consideré una mujer de armas tomar. Es evidente que este tema le toca alguna fibra débil de su fuerte personalidad.

Para desdramatizar debemos reconocer que un poco nos pasa a todos. Es bastante natural que los abuelos se metan en la crianza de sus nietos. En mi caso, algunas veces mis padres me desautorizan cuando les doy una orden a mis hijas. "Basta de chocolates por hoy", me impongo; y mi papá responde, sin hacerse cargo de la parte que le toca: "Bueno, les damos uno más. Es el último del día". Parece que aún no entiende que las reglas las pongo yo, sobre todo en mi casa; y que ya estoy un poco crecidita para que me digan lo que tengo que hacer.

Muchas mujeres aseguran que (es algo que suelo escuchar bastante seguido) con los hijos de las hijas mujeres hay una relación especial. Una sensación de que son un poquito de ellas también (de hecho, varias veces mi mamá hasta nos confunde el nombre). Que se atajen mis dos hijas porque ya me veo apoderándome de sus pequeños en un futuro.

Supongo que algo de eso sucede en todas las familias. ¿Pero qué ocurre cuando los límites se sobrepasan?

Acaparadoras crónicas

La noticia de un crío recién llegado al mundo dispara muchas emociones dentro de la familia, negativas y positivas, pero eso no significa que haya que permitir todo. Por más que sea con la mejor de las intenciones.

Mi amiga me contó que más de una vez su suegra se llevó a su bebé de paseo y volvió con un modelo diferente al que le había sido entregado. No sólo con un cambio de vestuario, sino también con corte de cabello incluido (es un pequeño bastante cabelludo), uñas limadas y perfumado como para salir de ronda. Prácticamente parece que hubiera jugado a las muñecas con él. Y ella me explica que se llena de furia cuando eso sucede: "No tenía pensado cortarle el cabello, las uñas se las había limado hace poco y el pediatra me recomendó que aún no use lociones perfumadas porque su piel es sensible". Por otra parte, la madre de ella le trajo una sorpresa: la cuna funcional para que lo saque del catre, pero no tenía pensado hacerlo todavía y, por otra parte, el estilo no era del todo del agrado de mi amiga. ¿Debo devolvérsela con el esfuerzo que hizo?

Ante mi consejo de que tenía que hablar con ambas, ella me argumentaba que si llegaba a deslizar un desagrado iba a caerles muy mal y que eso le traería no sólo una discusión con su familia sino también con el marido. De alguna manera, toda la situación se estaba volviendo insoportable.

Se me ocurrió que quizás haya una cuestión de confianza hacia ella y el padre del niño. Las abuelas no están seguras de que la mamá está apta para cuidarlo y hacerse cargo como una verdadera adulta. Pero, ¿qué hay con ella? ¿confía en sí misma? Porque en la medida en que no ponga los límites estará demostrando que su madre y su suegra tienen razón. Para que exista alguien que nos manipule debe haber otro que se deja manipular... Ambos son responsables ¿no es así? Cuando nos manipulan perdemos la confianza en nuestra propia capacidad.

A no desesperar, puede tener que ver con que aún no somos madres expertas. Todo tiene solución.

El quid de la cuestión es que poner límites no resulta tan sencillo y menos cuando hay mucho afecto de por medio. No es necesario caminar por los extremos, así como es malo ser sumiso, tampoco es bueno contestar con agresiones y ofensas (por eso es importante no llegar hasta ese punto).

Para poner límites, lo primero es tener claro lo que deseamos y luego trasmitirlo a través de la comunicación. Un mensaje concreto, sencillo y que represente nuestros intereses y no los del otro. Porque es común que nos anulemos para evitar conflictos. Lo que tiene que quedar claro es qué queremos, qué necesitamos y hasta dónde vamos a ceder. Porque de lo contrario los mensajes que pueden llegar al receptor son confusos y van a interpretar lo que más les parezca.

No es necesario pelear, pero tampoco debemos aceptar las decisiones de los demás, y más si se trata de nuestro hijo.



Fuente: Yahoo Noticias