12 mayo 2012

El camino de la adopción en R.D.


Durante 2011, 66 niños dominicanos encontraron familia. Sus padres por elección sortearon una ruta a veces larga, tediosa y frustrante para incorporarlos a su hogar, pero no cejaron. Hoy, dos parejas cuentan cómo fue ese viaje, y cuánto valió la pena.

Cuando Rosa Hernández (47 años) y Victtorio Pintauro (67 años) entraron a la sala de adopciones ese 16 de junio de 2004, tenían planes de conocer al niño que el Estado dominicano les había asignado como candidato. Por fin, tras años de papeleos y procedimientos, conocerían al que podría ser su hijo.

Habían recién entrado a la habitación cuando un moreno de apenas 10 meses, el primero en la sala, se cruzó en sus caminos y les cambió el esquema.

"Vio a mi esposo y le abrió los brazos. Se abrazaron y fue amor a primera vista", cuenta Rosa, emocionada hasta el día de hoy.

—Si no es este niño, yo espero -le dijo Victtorio, flechado ahí mismo.

Consultaron con el Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI), el organismo que administra las adopciones en el país, y la respuesta fue positiva: sí, podían entregarles al niño del apretón cariñoso.

Lo llamaron Enrico, y no se separaron más.


Una señal de amor
Xilber es un niño de tres años y medio, de procedencia haitiana, pero dominicano de nacimiento. Sus padres, Igone Agirrebeña (43 años) y Jesus María Galdós (47 años) son españoles. En España, donde viven, el niño no pasa desapercibido. "La gente reacciona con simpatía, pues es un niño muy simpático y alegre", señala la madre.

A su edad, Xilber todavía es muy joven para entender el tema de la adopción, pero sus padres han preparado el camino para el momento de la verdad: "No le escondemos nada, hablamos continuamente de nuestra estancia en República Dominicana, de cómo fuimos a buscarle", explica Igone. "También le hacemos mención al color su piel, y a su debido tiempo intentaremos que esté orgulloso de quién y de dónde es".

Llegar a Xilber fue un proceso largo, donde además de la burocracia tuvieron que sortear islotes de ineficiencia. La odisea, sin embargo, valió la pena: "La vida nos ha cambiado como de la noche al día. Ahora todo nuestro tiempo gira alrededor de Xilber y estamos encantados de ello. Es un niño muy feliz y alegre que nos tiene cautivados", cuenta Igone. "Con la edad que tenemos ya habíamos hecho de casi todo en esta vida, y el tener ahora a Xilber nos ha traído nuevos retos y responsabilidades que a la vez nos enriquecen mucho".

Y se da el tiempo para reflexionar: "Somos conscientes de que muchas familias se ven obligadas a dar a sus niños en adopción como señal de amor, pensando en que alguien pueda darle a su hijo o hija un futuro que ellos no pueden darle. Tiene que ser muy duro". 



Fuente: Diariolibre.com