Tiene como misión la conservación y difusión de la radio y la
televisión nacional, te invitamos a que conozcas los lugares importantes de tu sector.
SANTO DOMINGO.- Esta galería se fundó el primero de agosto de 1996, en la gestión del director general George Rodríguez Dabas y desde la fecha funciona como fuente de ilustración a quienes la visitan.
Moscoso nunca tuvo la intención de que los aparatos que guardaba y en algunas ocasiones decoraban su oficina, formaran parte de una exhibición permanente. Tampoco pensó que dicho museo llevaría su nombre, por lo que para él fue una agradable sorpresa.
Don Lulio se dedicó a las telecomunicaciones toda su vida, siendo su principal preocupación, desde que se inauguró el centro, que los jóvenes conocieran el origen y la evolución de los medios electrónicos.
Además de los equipos recopilados por Moscoso, muchas personas contribuyeron en la formación de la muestra, con ejemplares representativos de diferentes años.
El señor Lulio Moscoso falleció en el 2002, quedándose con la satisfacción de haber aportado conocimiento y cultura. La entrada al museo es totalmente gratis y está abierto para todo tipo de público, de lunes a viernes, en horario corrido, de 9:00 de la mañana a 5:00 de la tarde. En la calle Dr. Tejada Florentino, No. 8, Villa Consuelo, Santo Domingo. Telf. 809-689-2121 Ext. 302.
Su inauguración
En el momento que abrió sus puertas fue un “boom” de asistencia, creatividad y nostalgia de los años mozos. Hoy día, el museo Don Lulio Mocoso Espinosa, aguarda pacientemente la llegada de visitantes y aparatos que desplacen los equipos audiovisuales que usamos ahora. Cuando el canal estatal La Voz Dominicana iniciaba sus transmisiones en el año 1951, transmitiendo a las doce del mediodía el primer programa de televisión llamado “Romance campesino”, nunca imaginó que en sus estancias albergaría el único museo, del país y uno de los pocos a nivel mundial, que plasmaría las arrugas tecnológicas de la televisión y la radio.
Todo se inició cuando el primer operador de transmisores de televisión, Lulio Moscoso, guardaba todos los aparatos que eran remplazados en las instalaciones de lo que actualmente es CER-TV, en vez de desecharlos. Es así que el director para ese entonces, George Rodríguez Dabas, le sugiere al viejo empleado de la televisora, crear el museo con todas las piezas recolectadas. Los cambios tecnológicos se producían a gran velocidad y la dinastía Trujillo, dueña de todo, buscaba siempre estar a la par con estos avances, tanto así, que fuimos el tercer país en Latinoamérica en gozar de radio y televisión.
Ubicado en el que fuera el anfiteatro de Radio Televisión Dominicana (RTVD), el museo no recibe ya tantas personas como antes, donde el gran salón permanecía repleto tanto por estudiantes como turistas. “Tenemos temporadas altas y bajas, claro, que no como cuando iniciamos”, expresó Darío Rojo, encargado del museo. “La verdad es que si no fuera porque empleados del canal, que vienen de vez en cuando a compartir un momentito con nosotros, nos aburriríamos más”, señaló Rojo, refiriéndose a él y su asistente.
Escolares y estudiantes universitarios, son los que visitan dichas instalaciones, en ocasiones para hacer trabajos dictados por sus maestros y otras por curiosidad. Entendiendo que ese lugar es de gran importancia y que por desconocimiento de su existencia gran parte de la población no asistía, empezaron a transmitir promociones del mismo, a través de las distintas entidades gubernamentales.
Dentro
En el instante que atraviese las puertas, chocará la mirada con la colección de pintorescos trajes, usados en intensos minutos de fama de algunas estrellas criollas. Fotos de los presentadores del momento, comediantes, técnicos y artistas extranjeros, viven diseminados por todo el lugar.
Dividido en dos salas: una de radio y otra de televisión, guarda en su interior las memorias más apreciadas de la historia, permitiendo a cada espectador, viajar a través del tiempo y conocer lo que no pudieron vivir.
Expuestos en el área de la radio están los discos de pasta, un fonógrafo, controles de grabación, los micrófonos usados en las cabinas comerciales y de grabación y un cuadro de la primera emisora en Bonao “La Voz del Yuna”.
Se conservan intactas y en pleno funcionamiento, una vitrola del año 1906 de cuerda y manigueta, la primera que vino al país y un reloj pendular de encajonado europeo. Permanecen como nuevos el escritorio de caoba, las sillas de cuero y un teléfono de disco, pertenecientes a José Arismendy Trujillo, Petán, (propietario de La Voz Dominicana). Lámparas de pared con todos sus bombillos usada en el night club del canal, el Escudo Nacional bordado a mano que cuelga en la puerta de la oficina y un busto de Guillermo Marconi, se observan en la zona. Descansa también la primera cámara de televisión a blanco y negro que se introdujo a la isla, una RCA con lente y sobre un trípode, con su monitor en estado de funcionamiento, como también la primera grabadora de video ZWORKIN-TV.
Casandra Damirón, Eduardo Brito, María Montez y Darío Pichardo, son algunos de los personajes que desde la pared invitan a acercarse y disfrutar los momentos de gloria que disfrutaron y fueron inmortalizados por el primer canal de televisión del país. Cabinas de radio de la década de los 40, grabadores, consolas, discos de larga duración, Long-play o LP, un “real to real”, el primer transmisor de Frecuencia Modulada del año 1952 y varios radios de diferentes marcas y años, compiten sobre un pequeño escritorio.
Instrumentos de la Orquesta San José, órganos eléctricos, celesta y parte de lo que constituyó una batería de cuatro o cinco décadas, posan como si estuvieran esperando otra fiesta. Televisores blanco y negro, camaritas y una central telefónica, aportan la ambientación del tiempo.
“El propósito de haberse fundado este museo, ha sido el de transmitir conocimientos culturales, a los estudiantes y personas deseosas de conocer los orígenes y evolución de la televisión y la radio en República Dominicana”, dijo Rojo.
Otros efectos como fotografías, cuadros, diplomas, cables, trofeos y medallas, están diseminados sobre un estante color marrón y que Doña Casandra mira de lado, desde el póster del cual se extrajo la silueta de la estatuilla que hoy lleva su nombre. Libros sobre el desarrollo de la música y la comunicación dominicana, también permanecen en el anaquel, convertido en mini biblioteca. Todo esto cuidado con suma cautela y recibiendo el mantenimiento necesario, para que pueda ser apreciado por las futuras generaciones.
En el momento que abrió sus puertas fue un “boom” de asistencia, creatividad y nostalgia de los años mozos. Hoy día, el museo Don Lulio Mocoso Espinosa, aguarda pacientemente la llegada de visitantes y aparatos que desplacen los equipos audiovisuales que usamos ahora. Cuando el canal estatal La Voz Dominicana iniciaba sus transmisiones en el año 1951, transmitiendo a las doce del mediodía el primer programa de televisión llamado “Romance campesino”, nunca imaginó que en sus estancias albergaría el único museo, del país y uno de los pocos a nivel mundial, que plasmaría las arrugas tecnológicas de la televisión y la radio.
Todo se inició cuando el primer operador de transmisores de televisión, Lulio Moscoso, guardaba todos los aparatos que eran remplazados en las instalaciones de lo que actualmente es CER-TV, en vez de desecharlos. Es así que el director para ese entonces, George Rodríguez Dabas, le sugiere al viejo empleado de la televisora, crear el museo con todas las piezas recolectadas. Los cambios tecnológicos se producían a gran velocidad y la dinastía Trujillo, dueña de todo, buscaba siempre estar a la par con estos avances, tanto así, que fuimos el tercer país en Latinoamérica en gozar de radio y televisión.
Ubicado en el que fuera el anfiteatro de Radio Televisión Dominicana (RTVD), el museo no recibe ya tantas personas como antes, donde el gran salón permanecía repleto tanto por estudiantes como turistas. “Tenemos temporadas altas y bajas, claro, que no como cuando iniciamos”, expresó Darío Rojo, encargado del museo. “La verdad es que si no fuera porque empleados del canal, que vienen de vez en cuando a compartir un momentito con nosotros, nos aburriríamos más”, señaló Rojo, refiriéndose a él y su asistente.
Escolares y estudiantes universitarios, son los que visitan dichas instalaciones, en ocasiones para hacer trabajos dictados por sus maestros y otras por curiosidad. Entendiendo que ese lugar es de gran importancia y que por desconocimiento de su existencia gran parte de la población no asistía, empezaron a transmitir promociones del mismo, a través de las distintas entidades gubernamentales.
Dentro
En el instante que atraviese las puertas, chocará la mirada con la colección de pintorescos trajes, usados en intensos minutos de fama de algunas estrellas criollas. Fotos de los presentadores del momento, comediantes, técnicos y artistas extranjeros, viven diseminados por todo el lugar.
Dividido en dos salas: una de radio y otra de televisión, guarda en su interior las memorias más apreciadas de la historia, permitiendo a cada espectador, viajar a través del tiempo y conocer lo que no pudieron vivir.
Expuestos en el área de la radio están los discos de pasta, un fonógrafo, controles de grabación, los micrófonos usados en las cabinas comerciales y de grabación y un cuadro de la primera emisora en Bonao “La Voz del Yuna”.
Se conservan intactas y en pleno funcionamiento, una vitrola del año 1906 de cuerda y manigueta, la primera que vino al país y un reloj pendular de encajonado europeo. Permanecen como nuevos el escritorio de caoba, las sillas de cuero y un teléfono de disco, pertenecientes a José Arismendy Trujillo, Petán, (propietario de La Voz Dominicana). Lámparas de pared con todos sus bombillos usada en el night club del canal, el Escudo Nacional bordado a mano que cuelga en la puerta de la oficina y un busto de Guillermo Marconi, se observan en la zona. Descansa también la primera cámara de televisión a blanco y negro que se introdujo a la isla, una RCA con lente y sobre un trípode, con su monitor en estado de funcionamiento, como también la primera grabadora de video ZWORKIN-TV.
Casandra Damirón, Eduardo Brito, María Montez y Darío Pichardo, son algunos de los personajes que desde la pared invitan a acercarse y disfrutar los momentos de gloria que disfrutaron y fueron inmortalizados por el primer canal de televisión del país. Cabinas de radio de la década de los 40, grabadores, consolas, discos de larga duración, Long-play o LP, un “real to real”, el primer transmisor de Frecuencia Modulada del año 1952 y varios radios de diferentes marcas y años, compiten sobre un pequeño escritorio.
Instrumentos de la Orquesta San José, órganos eléctricos, celesta y parte de lo que constituyó una batería de cuatro o cinco décadas, posan como si estuvieran esperando otra fiesta. Televisores blanco y negro, camaritas y una central telefónica, aportan la ambientación del tiempo.
“El propósito de haberse fundado este museo, ha sido el de transmitir conocimientos culturales, a los estudiantes y personas deseosas de conocer los orígenes y evolución de la televisión y la radio en República Dominicana”, dijo Rojo.
Otros efectos como fotografías, cuadros, diplomas, cables, trofeos y medallas, están diseminados sobre un estante color marrón y que Doña Casandra mira de lado, desde el póster del cual se extrajo la silueta de la estatuilla que hoy lleva su nombre. Libros sobre el desarrollo de la música y la comunicación dominicana, también permanecen en el anaquel, convertido en mini biblioteca. Todo esto cuidado con suma cautela y recibiendo el mantenimiento necesario, para que pueda ser apreciado por las futuras generaciones.