La población dominicana observa perpleja como la dirigencia del principal partido de oposición , el Revolucionario Dominicano, se desgarra en una lucha matizada en andanadas de acusaciones, descalificaciones y acciones de violencia que contravienen los principios y postulados que dieron origen a esa organización fundada en el exterior por un grupo de exiliados de la dictadura trujillista.
Se trata de una lucha ¨sin cuartel ¨entre sus dos principales figuras, el expresidente de la República Hipólito Mejía y su otrora aliado y pariente, Miguel Vargas Maldonado. La población percibe que no se trata de una pugna por razones de principios, sino por intereses personalista, con lo que contribuyen alejar de posibilidad de poder del PRD que es la aspiración de cientos de miles de perredeistas e independientes que votaron por esa organización en las pasadas elecciones presidenciales.
Dignatarios de la Iglesia Católica, otras personalidades, asi como politólogos han advertido sobre la consecuencias que tendría para el sistema democrático dominicano, el que la lucha instetina del PRD contribuya a su desaparición o que se convierta en especie de ëntelequias ¨.
Las mediaciones del Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, el rector de la Universidad Católica Madre y Maestra, monseñpor Agripino Núñez Collado y otras prestantes personalidades, no se ha sido posible debido a las posiciones intransigentes asumidas por los principales líderes del perredeismo.
Para muchos dominicanos y dominicanas les resulta cuesta arriba aceptar como válido que por lucha de intereses grupales la dirigencia perredeista tire por las bordas su historial de lucha que como partido de masa, ha librado en defensa de nuestro sistema democrático.
Cuestionan además, que el conflicto se pretenda llevar al extremo que atente contra el orden social establecido.En este sentido, es deber del Estado, a través de sus intituciones competentes, adoptar los mecanismos para garantizar esa prerrogativa.
Entendemos que lo que se impone entre Hipólito Mejía y Miguel Vargas Maldonado, es la prudencia, que con el respeto que ambos nos merece, observamos que es lo que ha faltado, abocándose al diálogo a través de la mediación de la Iglesia Católica, cuyos diganatarios han expresado su disposición de participar.
No creo que la convocatoria del Comité Ejecutivo Nacional del PRD, para ratificar las saciones disciplinarias de Hipólito Mejía y varios dirigentes de su entorno, sea la solución, sino por el contrario, profundizaría la crisis. Todo parece que Vargas Maldonado y sus asesores , no están conscientes de las repercusiones.
De producirse esa reunión, solo no cabría pedir al Todopoderoso, que a los perredeistas y perredeistas asistentes a ese evento, que lo agarre confesados. El extra de ese filme , lo presenciamos en la convocatoria anterior donde faltaron sillas y tiros para repartir en medio del corre-corre.