BBC Mundo, @davidcuen.- Son las 8 am y estoy en el tren rumbo a la oficina. El vagón va lleno, como siempre, con gente camino al trabajo.
Ocho de cada diez van mirando una pantalla. Algunas son tabletas, pero la gran mayoría mira a sus teléfonos inteligentes.
Desde que su uso se masificara a principios de esta década, los celulares listos y sus apps se han convertido en aliados indispensables de la humanidad.
Es fácil argumentar que estos dispositivos nos mantienen mejor informados y más comunicados. Se puede acceder a correos electrónicos, mensajes privados, video llamadas, noticias y redes sociales en un instante.
Se puede trabajar en forma remota, colaborar con otros en lugares distantes y tener al mundo en la palma de la mano.
Pero recientemente una serie de estudios y columnas de opinión (algunas de ellas escritas en el mundo tecnológico) están llamando la atención sobre los riesgos de estar conectados 24 x 7.
Me refiero a preocupaciones sobre las repercusiones en nuestras interacciones sociales y nuestra productividad, no a la llamada adicción, que es otro tema y nada tiene que ver con la tecnología.
En lo que a nuestro papel como animales sociales se refiere, nadie puede negar que cada vez que estamos en una reunión, cena con amigos o comida en familia, suele ser común que más de uno de los participantes esté mirando constantemente la pantalla de su teléfono.
Un clic video en YouTube llamado "I Forgot My Phone" -"Olvidé mi teléfono", en español- trata de llamar la atención sobre el tema (gracias @riczeo por compartirlo). Al momento de escribir estas líneas ha recabado más de 29 millones de visitas.
Esa aprehensión por no abandonar el teléfono parece venir de la idea de que podemos quedar fuera de la conversación -la "virtual", no la que está ocurriendo en ese momento- o perder un mensaje importante. Ocurre cada vez con más frecuencia porque estos dispositivos se han convertido en una extensión "aceptable" de nuestra persona. Es una convención social el que la gente cargue computadoras en la palma de su mano.
Sigue...Un estudio de la Universidad de Stanford encontró...
Ocho de cada diez van mirando una pantalla. Algunas son tabletas, pero la gran mayoría mira a sus teléfonos inteligentes.
Desde que su uso se masificara a principios de esta década, los celulares listos y sus apps se han convertido en aliados indispensables de la humanidad.
Es fácil argumentar que estos dispositivos nos mantienen mejor informados y más comunicados. Se puede acceder a correos electrónicos, mensajes privados, video llamadas, noticias y redes sociales en un instante.
Se puede trabajar en forma remota, colaborar con otros en lugares distantes y tener al mundo en la palma de la mano.
Pero recientemente una serie de estudios y columnas de opinión (algunas de ellas escritas en el mundo tecnológico) están llamando la atención sobre los riesgos de estar conectados 24 x 7.
Me refiero a preocupaciones sobre las repercusiones en nuestras interacciones sociales y nuestra productividad, no a la llamada adicción, que es otro tema y nada tiene que ver con la tecnología.
En lo que a nuestro papel como animales sociales se refiere, nadie puede negar que cada vez que estamos en una reunión, cena con amigos o comida en familia, suele ser común que más de uno de los participantes esté mirando constantemente la pantalla de su teléfono.
Un clic video en YouTube llamado "I Forgot My Phone" -"Olvidé mi teléfono", en español- trata de llamar la atención sobre el tema (gracias @riczeo por compartirlo). Al momento de escribir estas líneas ha recabado más de 29 millones de visitas.
Esa aprehensión por no abandonar el teléfono parece venir de la idea de que podemos quedar fuera de la conversación -la "virtual", no la que está ocurriendo en ese momento- o perder un mensaje importante. Ocurre cada vez con más frecuencia porque estos dispositivos se han convertido en una extensión "aceptable" de nuestra persona. Es una convención social el que la gente cargue computadoras en la palma de su mano.
Sigue...Un estudio de la Universidad de Stanford encontró...